viernes, 11 de junio de 2010

Intervención educativa en el niño maltratado

Justificación

El interventor educativo en la práctica profesional al interior de la escuela o como consultor frente al fracaso escolar puede encontrarse con casos de niños maltratados, por lo tanto debe contar con reflexiones conceptuales y teóricas que le ayuden a interpretar las situaciones antes de intervenir.
Acerca de quién maltrata

A este respecto existen diferentes teóricas, aquí habré de recuperar las fundamentadas en el psicoanálisis freudiano que propone la incapacidad por parte de quien realiza el maltrato de modificar su conducta por voluntad propia. De acuerdo a esta visión, quien maltrata a un menor requiere de ayuda profesional para entender y resolver los conflictos internos que provocan su conducta y así conseguir modificarla.

Querer cambiar es el principio, no el final, es decir, para cambiar hacer falta, además de la voluntad, la ayuda de un profesional que les auxilie.
Acerca del maltratado

No debemos olvidar que el centro de nuestra preocupación debe recaer en el niño o niña maltratados. La intervención se realiza en el medio para proteger al menor. Si nuestra actuación implica aliviar o incluso curar a quien lo maltrata, ese será un beneficio adicional.

Para lograr ayudar a un menor maltratado se debe contar con una perspectiva ecológica: el medio en su totalidad propicia el maltrato, incluyendo prácticas socio-culturales aceptadas, y la intervención debe ser ecológica, aplicada en un contexto determinado.

No hay recetas que sirvan para todos los casos; cada caso debe atenderse de acuerdo a sus propias circunstancias; sin embargo, sí es posible partir de ideas generales que deberán tener su aplicación particular:

1. La persona maltratada no debe sentirse avergonzada por haber sufrido el maltrato: no es su culpa que lo maltraten. Ninguna conducta infantil amerita la violencia, ya sea física o simbólica. El niño es resultado de su entorno y sí alguna conducta no está de acuerdo con las normas de su entorno social, su entorno social también es responsable.

2. Ocultar o negar el maltrato siempre tendrá peores consecuencias que enfrentarlo. Las personas que temen identificar el maltrato físico o emocional, tarde o temprano sufren las consecuencias, que pueden reflejarse en:
a) Actitudes autodestructivas.
b) Deformaciones de la personalidad como obsesiones, neurosis, inseguridad.
c) Relaciones co-dependientes.
d) Adicciones.
e) Enfermedades mentales.
f) Enfermedades psicosomáticas
g) La combinación de todas o algunas de las anteriores.

3. Siempre es recomendable identificar, sin vergüenza, las emociones que provoca el maltrato y hacia quien van dirigidas, cuando esto no ocurre, estas pueden proyectarse sobre personas u objetos simbólicos inocentes, por ejemplo:
a) Maltrato a los animales.
b) Riñas constantes dentro y fuera del espacio escolar.
c) Abuso hacia compañeros de juegos o escuela.
d) Maltrato futuro a los hijos.
e) Maltrato futuro al cónyuge.
f) Maltrato a sí mismo: incapacidad de reconocerse como persona que merece respeto y consideración.

Así, cuando se identifica a la persona que ejerce o ejerció el maltrato, es mejor reconocer qué se siente contra esa persona, en lugar de proyectar esos sentimientos o emociones contra los otros o contra uno mismo.

Esto no siempre es sencillo porque, frecuentemente, quien maltrata es una figura que combina la autoridad y el afecto del maltratado, por ejemplo, los propios padres, familiares cercanos, maestros o profesionales con cierta ascendencia moral como pueden ser los sacerdotes o líderes religiosos.

Incluso puede ocurrir que una persona descubra que fue un niño maltratado hasta muy entrado en la adultez.

¿Por dónde podemos comenzar a intervenir?

1. Restablecer en el individuo su categoría de persona: una persona debe ser respetada en su cuerpo, no debe ser golpeada ni humillada.

2. Hacerle entender que todos los seres humanos adquirimos, por el sólo hecho de serlo, calidad de personas.

3. Aceptar los sentimientos y emociones que provoca el maltrato sin avergonzarse ni desarrollar culpabilidad por ellos. Las emociones como la ira, el enojo, la tristeza, la frustración, forman parte de la naturaleza humana y deben encontrar cauces de expresión no violentos.

4. La exigencia de no violencia es personal y debe hacerse extensiva a todo aquel que nos rodea. Nadie tiene derecho a ejercer violencia, ni física ni simbólica sobre mí; no tengo derecho a ejercer violencia física ni simbólica sobre otros.

Cómo intervenir

1. Los padres y madres de familia deben comprender que el maltrato infantil es, en principio, un acto ilegal cuyas consecuencias pueden ir desde la separación provisional del menor, hasta la pérdida de la patria potestad e incluso es susceptible de ser castigada con prisión.

2. También es necesario que los padres y madres de familia entiendan que atender la manutención de su hijo (darle de comer, proporcionarle casa, vestido, educación) no es un mérito que les otorga derecho o atenuantes al maltrato, por el contrario, la manutención de su hijo o hija es una obligación que debe darse en un contexto de amor y comprensión a los procesos de desarrollo del niño.

3. El amor entre padres de familia e hijos no es un hecho “biológicamente” dado. Los hijos no quieren “naturalmente” a los padres, ni los padres quieren “naturalmente” a los hijos. El amor en la familia es una construcción de la vida cotidiana y exige un esfuerzo consciente y continuo. La pérdida del amor de sus hijos es una realidad a la que pueden enfrentarse los padres y madres de familia que colocan a sus hijos en situación de maltrato.

4. La situación de maltrato se da no sólo cuando los adultos ejercen directamente este maltrato, sino cuando actúan con indiferencia o negligencia frente a una situación de riesgo para el niño.

5. Una vez es suficiente. El maltrato puede configurarse incluso si sólo en una ocasión el niño sufre violencia física o simbólica intensa.

6. El profesional de la educación debe comprender que el niño se encuentra en una situación paradójica. Por muy intenso e incluso repetitivo que sea el maltrato, el niño prefiere estar con su familia que en un ambiente ajeno o extraño. Por esto, en beneficio del niño, se debe hacer el mayor esfuerzo posible para que el niño permanezca dentro de su entorno familiar.

7. El trabajo con los padres debe fundamentarse en el diálogo y la comprensión de patrones de crianza que deben ser modificados mediante el convencimiento. Se debe avanzar en la construcción de la idea de que ningún tipo de conducta del niño “merece” los golpes o la violencia simbólica. Si frente al peor de los delitos, en nuestra sociedad, los azotes y el escarnio están prohibidos, más aun frente a la conducta de un niño.

8. El interventor no debe olvidar que se trata de un problema del entorno del niño, no del niño. Es decir, quienes deben modificar su conducta son los adultos que realizan el maltrato y aquellos que lo permiten en su contexto inmediato. Es claro que algunas conductas del niño podrían y deberían ser corregidas, pero se trata de un proceso que debe fundamentarse en el diálogo, en el amor y en la comprensión de los momentos del desarrollo del niño.

Bibliografía:
BOWLBY JOHN, Cuidado maternal y amor, FCE, México, 1981.
BRONFENBRENNER URIE, La ecología del desarrollo humano, Paidós, Barcelona, 1987.
FREUD ANA, El yo y los mecanismos de defensa, Paidós, México, 2009.
FREUD SIGMUND, El malestar de la cultura, Folio, Barcelona, 2007.
HERNÁNDEZ PEDRO, Psicología de la educación, Trillas, México, 2007.
WINNICOTT DONALD, Realidad y Juego, Gedisa, Barcelona, 2008.

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