lunes, 19 de julio de 2010

La familia como un espacio para la resistencia

Presentación
El momento histórico que vivimos se encuentra delimitado por el encumbramiento del sistema neoliberal, que parece descubrir en las crisis elementos para su supervivencia, tiñendo la cotidianeidad con una carga ideológica identificada como posmodernidad. Noam Chomsky (2008) sintetiza esta circunstancia con crudeza:
“Lo que queda de la democracia es más que todo el derecho a elegir entre mercancías. La dirigencia empresarial lleva tiempo explicando que hay que inculcar en la población una filosofía de la futilidad y de la carencia de sentido de la vida, para concentrar la atención humana en las cosas más superficiales que componen la mayor parte del consumo de moda. Inundadas por este tipo de propaganda desde la infancia, las personas aceptarán entonces sus vidas insignificantes y subordinadas y se olvidarán de esas ideas ridículas de manejar sus propios asuntos” (subrayado del autor).
En este contexto la familia puede identificarse, como tradicionalmente se ha hecho, cumpliendo la función de reproducir al sistema de producción imperante (Meler, 1998); sin embargo, mi postura coincide más en asumir a la familia como un lugar paradójico donde la confluencia de subjetividades puede llevarla a constituirse en un espacio propicio para la resistencia en relación con las modalidades que el neoliberalismo intenta imponer a la sociedad. Es decir, la familia sí reproduce los esquemas del grupo social en el cual se encuentra inserta de acuerdo a un contexto histórico determinado, pero también es el lugar donde cada uno de sus miembros puede expresar su individualidad, si el entorno familiar se construye con esta intencionalidad.
¿Es posible que la familia se estructure de tal manera que permita a sus miembros construir su autonomía, en palabras de Chomsky, manejar sus propios asuntos?, si la respuesta es afirmativa, ¿qué condiciones deben darse para que esto sea posible? Es el propósito de este ensayo reflexionar acerca de estas dos interrogantes, dejando claro desde ahora, que no se busca una respuesta tajante que sirva para siempre y en todos los casos. La intención consiste más en proponer ideas que deberán adecuarse a cada momento y circunstancia, conforme la biografía familiar lo permita; partiendo de líneas generales de diagnóstico, sobre las cuales construir una intervención educativa que sugiera a los sujetos de intervención la apropiación de conceptos que les ayuden a transformar su propia realidad en términos de sus necesidades y recursos.
Para lograrlo he trasladado conceptos de la psicología comunitaria y la Intervención Acción Participativa a un espacio más íntimo correspondiente con la familia. Espero que esta aplicación resulte atrevida, pero no aventurada, es decir, sería una innovación que considero pertinente dentro de un concepto amplio de intervención educativa, donde precisamente el concepto de ésta debe verse en construcción, en una elaboración a cargo de los interventores que buscamos una definición extensa de nuestra identidad profesional.
No es la intención plantear un tipo de terapia familiar. El objetivo consiste, más bien, en recuperar una definición amplia del fenómeno educativo e insertarlo en el desempeño del Licenciado en Intervención Educativa, de acuerdo a sus propias competencias profesionales. Así, entendemos por educación: “Un proceso intencional de ayuda, donde se ponen en juego mensajes, conductas, objetos y situaciones, a través de los cuales se perfecciona el ser humano y se le prepara para vivir en sociedad. Esto es posible gracias a su capacidad de adquirir y transformar informaciones, destrezas y actitudes, en función de determinados proyectos, establecidos por los distintos grupos sociales o por el propio individuo”, además, debemos considerar que “el proceso educativo es un debate dialéctico entre los intereses de la sociedad y los del individuo; entre la cultura que se traduce en contenidos encaminados al perfeccionamiento educativo y la naturaleza individual que sirve de energía perfeccionante; entre los principios de guía y autoridad del educador y los principios de autonomía y libertad del educando. Dado este carácter dialéctico, los fines educativos deben diseñarse en función de ambas fuerzas” (Hernández, 2007).
Y apelamos a la competencia profesional que plantea como parte del perfil de egreso del LIE: “Asesorar a individuos, grupos e instituciones a partir del conocimiento de enfoques, metodologías y técnicas de asesoría, identificando problemáticas, sus causas y alternativas de solución a través del análisis, sistematización y comunicación de la información que oriente la toma de decisiones con actitud ética y responsable” (UPN, www.lie.upn.mx).
Por lo anterior, concebimos al tipo de intervención educativa que aquí planteamos como realizable, además de necesaria, dentro del marco de formación y desarrollo profesional.

La humanidad imposible
El momento histórico que nos toca compartir está caracterizado más por el tener que por el ser (Fromm, 2003); la búsqueda del confort parece ser el fin que todo lo justifica. Este modelo, importado de las sociedades postindustriales, se ha convertido en un verdadero horizonte en el contexto de nuestros países, es decir, se trata de una línea imaginaria que se aleja cuanto más parecemos acercarnos a ella.
Esta visión del mundo ha tenido repercusiones en los espacios cotidianos que comparten los miembros de la familia. “Con la acentuación de la tendencia hacia el desarrollo individual, los padres jóvenes tienden a vivir de forma más personal una existencia que saben efímera y contingente. Ya no sacrifican a sus hijos en pos de estrategias familiares, pero tampoco se sacrifican a sí mismos para garantizarles las mejores oportunidades” (Meler, 1998b). Si bien esta postura puede verse como un acto liberador, sobre todo para las mujeres, que asumían en la maternidad un destino ineluctable frente al cual sus proyectos personales valían muy poco, también es cierto que esta liberación obedece a la necesidad empresarial de contar con mano de obra barata capaz de permanecer en trabajos mal remunerados porque su aporte económico resulta indispensable para una sobrevivencia familiar precaria.
Así, se ha establecido una distancia entre los objetivos parentales y maternales y la crianza de los hijos. El matrimonio se ha transformado en un concepto poco reconocido, acerca del cual está poco aceptado hablar bien. Expresar que se vive dentro de un matrimonio feliz puede ser blanco de bromas y menosprecio. La imposibilidad de realizarse al interior del matrimonio implica un desprecio tácito por la familia. En la cotidianeidad podemos experimentar un discurso paradójico: son aceptados los comentarios que implican hartazgo respecto de la vida en pareja, pero sigue siendo mal visto que esta molestia se extienda a los hijos.
Los padres y madres de familia encarnan esta contradicción manifestando incapacidad de decidir. Viven las relaciones familiares como una carga social que les impide lograr sus objetivos, aunque, al ser interrogados respecto de estos objetivos, no consigan expresar coherentemente un proyecto de vida concreto y realizable.
Se ha perdido la capacidad de crítica y de autonomía expresadas en los términos planteados por Jürgen Habermas (1989): la subjetividad del hombre moderno se manifestaba en el derecho de crítica, es decir, exigir que aquello que se va a reconocer se muestre como justificado; y la autonomía entendida como aquella voluntad de salir fiadores de aquello que hacemos. Esta falta de autonomía se hereda a los hijos de igual manera que se trasladan las deudas y los sueños inconclusos. La realización está en otra parte, lejana, en lo imposible. El futuro es el castigo de la esperanza.
Así, los hombres y mujeres posmodernos parecen haber cedido la posibilidad de decidir a cambio de promesas incumplidas de un consumo ilimitado. La deshumanización que esto implica es apenas perceptible para los coetáneos asfixiados por el crédito bancario y las necesidades y deseos acuciantes. El objeto de consumo que se observa en la pantalla de televisión es más real que los sujetos que comparten la misma habitación. ”La intimidad del hogar es la de la involución en la relación doméstica y el hábito. La intimidad del automóvil es la del metabolismo acelerado del tiempo y del espacio… esa intimidad consigo mismo, de libertad formal que tal vez nunca es tan hermosa como en la muerte” (Baudrillard, 1988)

Somos mucho más que dos
Hace algunos años, en una clase de inglés, la maestra nos pidió que relatáramos aquellas cosas que hacíamos en las tardes. Todos en el grupo mencionamos, en algún momento, ver el televisor. Sólo una compañera dijo que no tenía televisión. Sorprendidos le preguntamos en español: ¿entonces qué haces en las tardes?
-Platico con mis papás –nos respondió.
Ahora resulta que apagar la televisión durante una hora para entablar una conversación con nuestros parientes puede verse como una acción contestaría y radical. ¿Quién se atreve a ver el mundo directamente, sin el intermediario de la pantalla? El asunto con los medios de comunicación de masas es que proponen modelos y pautas de consumo que van más allá de cómo gastamos nuestro dinero.
Se trata, más bien, de ideales que incluyen casi todos los aspectos de nuestras vidas: la sexualidad, la habitación, el tiempo libre, la conversación, nuestra apariencia… todo está en el televisor como un modelo prefabricado hacía el cual debemos avanzar sin cuestionarlo. Por eso, cuando ejercemos presión en el botón de apagado con la intención de conversar con esos extraños cotidianos que identificamos como nuestra familia, estamos apostando por una experiencia que implica retomar nuestra capacidad crítica y nuestra autonomía.
Descubrir la subjetividad propia y la del otro implica un esfuerzo que no siempre estamos en condiciones de aquilatar. Compartir soledades mutuas al interior de una casa donde cada recámara tiene un televisor implica una inercia relativamente cómoda. La acción intencional de buscar al otro requiere un espacio para la reflexión y la voluntad. Hay un valor intrínseco en ese acto que no vemos y por lo tanto, tampoco lo apreciamos.
El asunto va más allá de operar un interruptor y platicar. Consiste, más bien, en identificar la necesidad de apropiarnos de nuestra subjetividad individual y construir una identidad familiar que nos sirva de sustento para la interacción con el mundo. Y esto no puede realizarse sin una intencionalidad razonada que provenga de una reflexión en la cual se hayan cuestionado, en algún momento, los modelos que hemos consumido hasta entonces y las consecuencias de seguirlos.
Este momento casi nunca se presenta sin un conflicto subyacente. Una crisis de cualquier tipo puede ser el detonante para que la búsqueda se inicie. La labor del interventor educativo consiste en identificar esta crisis, ubicarla dentro de un paradigma teórico que permita su interpretación y realizar aquellas preguntas problematizadoras que lleven a los sujetos de intervención a la identificación y sensibilización respecto de sus necesidades y los recursos para solventarlas (Montero, 2007).
Se trata de un trabajo que se describe en un párrafo, pero puede implicar meses de esfuerzo sistemático que debe sustentarse en una metodología y marco teórico sólidos. La intervención se hace con más que ocurrencias y buena voluntad de los participantes.

¿Y cómo le hacemos?
No hay un esquema listo para armar y aplicar. La liberación, si se impone, deja de ser liberación. En palabras de Paulo Freire (2005) “La opción realmente liberadora no se realiza a través de una práctica manipuladora, ni tampoco por medio de una práctica espontaneísta. La manipulación es castradora y por lo tanto autoritaria. El espontaneísmo es licencioso, y por lo tanto irresponsable.”
La nueva circunstancia debe ser construida dentro del contexto familiar y su aplicación tampoco rebasa esas fronteras; lo que podemos proponer, desde la actividad del interventor, es una guía muy abierta que permita, mediante el conocimiento de ciertos hábitos de convivencia y consumo (en un sentido amplio, es decir, qué modelos aspiramos, cuánto tiempo consumimos frente al televisor, qué tan importante es para la familia utilizar este consumo para integrarse a la socialización, entre otras cosas que es necesario averiguar) construir un diagnóstico que nos oriente: al profesional de la educación en su acción y a la familia en su descubrimiento de lo que es para proponerse un nuevo ser.
La problematización no se da únicamente como producto de la empatía que pueda existir entre quien requiere un servicio y quien lo proporciona; surge de determinadas bases que deben practicarse hasta conseguir su sistematización y aplicación consciente en circunstancias concretas. Tomando como referencia a Montero (2007), estas bases serían:
a) Escuchar. Quien pretende problematizar debe saber escuchar. Sólo cuando escuchamos podremos detectar los aspectos naturalizados y luego hacer las preguntas que desencadenen el proceso de concientización. El interventor no debe apresurarse para vaciar información poco significativa sobre las familias en atención, por el contrario, al afinar la observación y el sentido de la escucha puede detectar aquellas necesidades que están esperando para hacerse manifiestas, hacer las preguntas precisas para que sean las familias en atención quienes descubran en sí mismas estas necesidades, con el propósito de que sean ellas y no otros quienes decidan actuar para modificar su circunstancia.
b) Dialogar. Las familias deben sentirse partícipes de la tarea, al dialogar con ellos, permitiéndoles que den sus opiniones y externen sus dudas u objeciones, los estamos aproximando al proceso que les concierne.
c) Cuidar la manera de participar en ese diálogo. El interventor educativo tiene la obligación de establecer con sus actitudes el respeto hacia sus interlocutores como personas capaces de aprender, comprender y enseñarle acerca de la realidad que viven, considerando que son ellos quienes la conocen mejor que ninguna otra persona.
d) Comunicación. Las familias y el interventor tienen derecho a disentir, a discutir, a responder y a preguntar. Habrá espacios para la curiosidad y para la creatividad, incluso para el humor y para la emoción.
e) Se requiere humildad y respeto por el otro. La intervención educativa se propone como un procedimiento horizontal donde nadie es superior y todos tenemos el derecho a ser diferentes. Resulta esencial que las familias ajusten el proceso a su realidad concreta e individual.
f) Lo anterior no significa olvidar la crítica, entendida como análisis revelador del sentido que es construido colectivamente. Es decir, debemos tener claro hacia donde nos dirigimos y qué queremos construir, haciendo lo necesario por mantener ese rumbo. Las adecuaciones que las familias realicen al proceso deben estar ajustadas a los fines que éste persigue.
g) La problematización es un proceso que comienza en el diálogo propuesto por el interventor pero se desarrolla en la conciencia de las personas. Cada uno de los participantes es responsable de cuáles experiencias toma para sí y cómo las asume.
h) La problematización va siempre unida a acciones y cogniciones realizadas o expresadas en la vida cotidiana. La realidad se vive en la cotidianeidad, no en el aire ni en un cubículo universitario. Si es real, la intervención educativa transforma los conocimientos y la vida diaria de sus participantes.
i) La función central es hacer que la persona examine críticamente la acción o situación problematizada. Una de las funciones que intenta cumplir la intervención educativa es permitir a las familias el descubrimiento en ellas de la capacidad de observar su realidad de forma distinta, de ser capaces de llevar esa mirada crítica a las circunstancias personales y sociales.
j) Se relaciona con la conciencia posible que lleva a la transformación, pues otorga a la situación o hecho problematizado la condición de inaceptable o insoportable. En este caso se plantea una situación paradójica: las familias deben aceptar su condición y, al mismo tiempo, entender que son ellos quienes definen sus posibilidades de desarrollo.
De esta forma la problematización contribuiría a transformar las situaciones negativas o limitantes de la acción al mismo tiempo que ayudaría a generar una perspectiva crítica que amplía el horizonte cognitivo de las personas. Además, en el proceso de intervención, la problematización cumple una tarea promotora de la reflexión que lleva a la acción transformadora. De igual forma, Montero (2007: 239) concluye: la problematización debe ser hecha en función de las condiciones de la familia con la que se trabaja, específicamente en función de sus modos de relacionarse con el mundo y de su concepción de sí mismos como seres humanos inmersos en relaciones sociales, políticas y culturales específicas.

Conclusiones
Para la emisión de un juicio hacen falta, además de argumentos, las evidencias que los soporten y justifiquen. Debo reconocer que este trabajo carece de estas evidencias. Es necesario plantear un tipo de intervención como el que propongo y observar sistemáticamente los resultados. Eso no puede ocurrir en el lapso de un semestre académico, pero sí se puede constituir la base de un desempeño profesional que afine o niegue nuestras premisas.
Sin embargo, lo importante aquí consiste en atrevernos a mirar un poco más allá en el planteamiento de las competencias profesionales y, sobre todo, en las posibilidades de la familia. En este último sentido, espero haber dejado claro que la posibilidad existe de concebir al entorno familiar como un ámbito que, en lugar de considerarse a sí mismo como limitante, se asuma como un soporte para el desarrollo personal.
Vivir en familia puede significar la oportunidad de crecer en la autonomía y la crítica, sin caer, necesariamente, en la tipología de la familia tradicional; por el contrario, la familia tradicional inhibe la capacidad de autonomía y crítica, y se requiere de una acción sistemática e intencional para rebasar esta condición.
Hace falta, como hemos visto, atreverse a descubrir en nuestra condición individual la capacidad de construir una nueva identidad familiar, utilizando el diálogo, las ideas y la tolerancia frente a la diversidad como puntos de apoyo. Las soluciones mágicas que encontramos en los manuales de autoayuda pueden dejarnos en una situación de mayor postración. Mientras no reconozcamos la necesidad del trabajo para cambiar nuestra condición, estaremos sujetos a la frustración continua.
Por último conviene enfatizar que la capacidad crítica y la autonomía no se alcanzan de una vez y para siempre. Es necesario practicarlas, reconstruirlas, apropiarnos de ellas continuamente para no perderlas. La esperanza, como el amor, requieren de la aceptación humilde de nuestros alcances: somos el resultado de nuestro esfuerzo cotidiano.

Bibliografía
BAUDRILLARD JEAN, El sistema de los objetos, Siglo XXI editores, México, 1988.
CHOMSKY NOAM, Hegemonía o supervivencia. El dominio mundial de los EE. UU., Ed. Norma, Bogotá, 2008.
FREIRE PAULO, La importancia de leer y el proceso de liberación, Siglo XXI editores, México, 2005.
FROMM ERICH, ¿Tener o ser?, FCE, México, 2003.
HABERMAS JÜRGEN, El discurso filosófico de la modernidad, Taurus, Buenos Aires, 1989.
HERNANDEZ HERNÁNDEZ PEDRO, Psicología de la educación, Trillas, México, 2007.
MELER IRENE, El pasaje de la pareja a la familia. Aspectos culturales, interpersonales y subjetivos en Género y familia. Poder, amor y sexualidad en la construcción de la subjetividad, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1998a.
MELER IRENE, Construcción de la subjetividad en el contexto de la familia posmoderna. Un ensayo prospectivo en Género y familia. Poder, amor y sexualidad en la construcción de la subjetividad, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1998b.
MONTERO MARITZA, Hacer para transformar, el método en la psicología comunitaria, Paidós, Buenos Aires, 2007.
En internet:
UPN, http://www.lie.upn.mx/docs/MenuPrincipal/LineasEspec/EducInic.pdf; consultada: 06/abril/2009.

2 comentarios:

  1. ME PARECE EXCELENTE TU ARTÍCULO, CONOCÍ A CADAVAL, FUI SU AMIGO, SUPE DE SU TALENTO, LO RESPETE, LO ADMIRE Y NO PUEDO MAS QUE AFIRMAR: por mi raza hablará el espíritu !!!

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  2. ME PARECE EXCELENTE TU ARTÍCULO, CONOCÍ A CADAVAL, FUI SU AMIGO, SUPE DE SU TALENTO, LO RESPETE, LO ADMIRE Y NO PUEDO MAS QUE AFIRMAR: por mi raza hablará el espíritu !!!

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